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martes, 26 de noviembre de 2019

El Bicho

Mi vida no ha sido un camino de rosas, ni tampoco empedrado, angosto y difícil. Desde pequeño me querían meter en el rebaño, pero poco a poco me convertí en la oveja negra, un chico rebelde. Equivocado, vivía al día sin importarme a quién salpicaban mis actos, sin darme cuenta que al que más salpicaban era a mí.
Aunque parezca contradictorio, era muy buen estudiante y bastante inteligente, pero lo desaproveché: cambié el sacrificio y el esfuerzo por la diversión y el "golferío"; no supe, o no quise compaginarlo todo y me desvié del camino correcto, no sé si por faltar mi madre desde muy pequeño, o por la actitud dictatorial de mi padre.
Aparqué los estudios; pasaba el día en la calle haciendo gamberradas, metido en peleas, llegaba magullado y sangrando a casa y se endurecía la cosa con castigos de mi padre al que robaba cigarrillos.
Mi primera experiencia con las drogas, el cannabis, fue a los 13-14 años: primero porros, luego pastillas; con 19 años acabé siendo un politoxicómano. En la época fuerte de la heroína me enganché al caballo hasta la médula destrozando mi vida y la de la gente que me quería. Me convertí en un ADVP intravenoso (Adicto a las Drogas Vía Parenteral).
Con 23 años, en 1989, tras innumerables intentos y recaídas, dejé la droga. Pero todos estos errores dejaron secuelas de por vida en mi organismo, el virus C. Este bicho empezó a actuar en mi hígado. Aunque ya no consumía cogía mis borracheritas los fines de semana... y el "bicho" seguía mordiéndome. Hace unos 12 años, sintiéndome muy jodido, me ingresaron en el hospital: cirrosis hepática. Dejé el alcohol, reduje mi consumo de grasas y me cuidé al máximo. Cambió mi forma de ver la vida y prioricé mi salud.
Tras años de ingresos, épocas malas y buenas, el año pasado me diagnosticaron cáncer de hígado, tres tumores. El mundo se me vino encima, comprobé que los errores de esta vida se pagan. He pasado un año de sufrimiento indescriptible, he llegado a verle las orejas al lobo, hasta la guadaña brillando frente a mis ojos.
Gracias a un DONANTE, que dejó su vida y me dio a mi una nueva, estoy aquí otra vez, con más fuerza que nunca, porque la vida es lo mas intenso que se puede sentir, con sus alegrías y sus tristezas, pero merece la pena.


Para #relatosEnfermedad de @divagacionistas noviembre 2019. ©María José Gómez Fernández.

Este es mi pequeño homenaje a un amigo que se fue demasiado pronto (2011). Con todo mi cariño hoy cumplo con la palabra que un día le di.
Para que otras personas no cayeran en los mismos errores que él, me dio permiso para usar sus palabras, aunque las he modificado un poquito. Murió seis meses después de escribir en una de sus redes sociales algo parecido a lo que habéis leído, y también a esto:
"Después de 16 días de la operación, me encuentro como cuando tenia 20 años; hacía muchísimo tiempo que no podía bailar, apenas moverme, y ahora soy un enérgico culo inquieto, tengo ganas de comerme el mundo y disfrutar de todo lo que me ha faltado durante muchos años, tengo muchas ideas, fuerza para no parar, ganas de amar, besar, disfrutar de vuestra compañía, pescar, tatuar, dibujar, cocinar, mis conciertos, teatro, espectáculos, aprender de la vida, que aún tiene mucho que ofrecer; estoy feliz, emocionado, mineralizado y vitaminizado, no se puede decir de otra forma.

HE VUELTO A NACER. SALUD A TODOS PARA TODA LA VIDA. OS QUIERO."

lunes, 15 de mayo de 2017

Cinco milímetros


¡Cuántas metas aún por alcanzar!, propósitos de los que le separaban dificultades por vencer. Pero no quería centrar en ello su pensamiento, que además, divagaba de una a otra idea como un inquieto pájaro revolotea de rama en rama.

Prefirió pensar en su boca acechando a su presa, la otra boca, labios firmes, rosados, finos pero lo suficientemente carnosos como para deleitarse en ellos; cálidos y húmedos labios que se retiraban y acercaban en un juego sutil por acortar la distancia, hasta fundirse en una pugna de deseo en la que cada púgil se debate por dominar al otro, y a la vez anhela y permite ser dominado, con mordisqueos pícaros que incitan, embestidas a dos labios que abarcan y se apoderan de la otra boca para, luego, aparentar relajarse y ser presa del embiste del contrario, que arremete con fuerza comedida, con deseo irrefrenable, comiendo y bebiendo el jugo apetitoso y sabroso que se desprende del beso…
El momento de ese beso que la hizo temblar, su primer y más auténtico beso con él, dulce tortura si se alejaba, cálido encuentro al acercarse, preámbulo de una entrega única e incondicional.



Las potentes luces que la iluminaban desde el techo, de repente, la sacaron de la confortable nube del beso de deseo; fijó su atención en el largo trayecto recorrido desde la habitación al quirófano, o al menos a ella le había resultado largo.
Pensó que todos los planos de la vida, físico, emocional, laboral, personal, se pueden acomodar al concepto de la distancia.
El tumor se encontraba en el colon, a cinco milímetros del recto, y por eso estaba allí.

No quería pensar… así que volvió a perderse en los labios que, al cerrarse en un beso apasionado, rompían la distancia entre los dos…, cinco milímetros. Y esa fue la imagen que se le fijó al entregarse al sueño inducido por la anestesia general antes de la intervención quirúrgica. Haría todo por tener de nuevo ese beso…, uno parecido, capaz de hacer revolotear miles de mariposas en su estómago…, un beso loco y apasionado, certero beso…, mágico, como aquel beso…


Publicado por María José Gómez Fernández para #relatosDistancia de @divagacionistas

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