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domingo, 1 de diciembre de 2013

Con el alma al aire: De su presencia imposible a la cara más gris del asfalto

Cuando en la noche un pensamiento se asienta en el sentido, agota los recursos para intentar conciliar el sueño, los ojos se niegan a cerrarse, la mente se resiste a relajarse, la impaciencia ocasiona un tsunami en el cuerpo, que se gira a derecha e izquierda en la cama, se revuelve hacia el piecero y el cabecero, una y otra vez, incansable.
El pensamiento que se ha adentrado en el sentido es poderoso, su naturaleza puede ser diversa: un problema, una vivencia, una inquietud, un olvido, una persona; alguien cercano que no está muy cerca, alguien querido que lo está pasando mal; alguien a quien se quiere apoyar y ayudar, a quien no se desea ver sufrir; alguien que fue muy querido, que lo sigue siendo, pero que ya no está y por éso su presencia es anhelada e imposible, y por éso se queda esa noche acompañando.
Ese pensamiento se adhiere de tal forma que después de rumiarlo un buen rato, comienza a mutarse en cualquier otro pensamiento.

De: http://defectosdeunego.blogspot.com.es

Axi se levanta por quinta o sexta vez a beber agua, a fumar un cigarro, a pasear por la casa, a comer chocolate, al cuarto de baño, a asomarse a la ventana. Y mientras deja que su mirada se pierda en el horizonte de ladrillos y antenas, acolchado por un silencio casi completo, se acuerda del hombre que vió por la tarde pidiendo es una esquina, de cómo lo miró sin que él se diera cuenta de que estaba siendo observado, de lo que imaginó que podría estar pensando, de lo puta que es la vida cuando se lo propone... y te muestra a la cara lo más gris del asfalto, para que lo recuerdes desde el insomnio asomado a la ventana.

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Metió la mano en el bolsillo del pantalón, tan abajo como pudo, hurgando al mismo tiempo hacia un lado y otro, subiendo los dedos, rozándolos entre ellos como queriendo despegar algo invisible que se pudiera adherir. Y nada. Nada de nada. Ni un cochino céntimo. Ni siquiera el que siempre podía encontrar en otros tiempos, olvidado después de algún pago frugal.
¡Qué desesperación! Otra vez igual. Esperando que algún transeúnte le regalara algo, imaginando que inauguraba el día con un desayuno abundante, soñando con otros tiempos, sin querer comparar las diferencias con el presente, por no romper el hechizo, por no regresar a la realidad por alguno de los agujeros negros del forro de su pantalón.
No pudo ni quiso evitarlo, y permitió que las lágrimas le inundaran los ojos, contrajo los músculos del rostro y lloró con rabia y angustia, con dolor y sentimiento, sin pudor y sin pañuelo para enjugar su llanto.

 
De: http://www.20minutos.es

Hasta aquí había llegado, no quería quedarse para siempre, pero no sabía cuánto se quedaría. Ahora lo único que tenía era el tramo de aquella calle, el sitio en el mismo portal y en la esquina de al lado, unos cartones, un corazón herido, dignidad por encima de todo y toda la fuerza para luchar por un mundo entero al alcance de su mano pero no de su bolsillo.
Levantó la cabeza, inició la marcha y encaminó sus pasos enfilando la calle, en busca de otro tramo de asfalto que conquistar, sin pañuelo, sin un céntimo, sin espectativa, sin intención de dejarse pisotear su dignidad, sin perder el porte elegante que siempre le acompañaba en su caminar.
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