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lunes, 29 de enero de 2024

Ni videncia, ni psicoterapia

Sabe que el cielo y la tierra, las personas, las poblaciones, el mar, los ríos, los bosques y las montañas se extienden más allá de lo que su vista alcanza; lo sabe de sobra, es más, ha podido constatarlo cuando ha ido a algún lugar diferente, cuando ha visto a otras personas, o cuando parte de ello ha sido retransmitido en televisión, pero no es capaz de vislumbrar aquello que nunca ha conocido, lo puede imaginar, pero solo eso, y con márgenes de error.
Le ocurre lo mismo con su existencia; sabe que su pasado guarda lo vivido, y eso lo conoce bien, lo recuerda incluso con nostalgia, y también conoce su presente, que se diluye en segundos porque es tan efímero que se sucede con cada latido, pero, por mucho que lo intenta es incapaz de vislumbrar su futuro, ni el más lejano, ni a medio plazo, ni siquiera el más inmediato.
Le produce cierta incertidumbre no controlar lo próximo que vendrá, o cómo será todo aquello que aún no ha conocido pero irá conociendo, qué le deparará el destino, cuál será la siguiente piedra con la que tropezará. La incertidumbre se torna, incluso, en angustia cuando intuye que algo importante está pendiente de ocurrir, o cuando espera un resultado determinante y se devana los sesos situándose en las diferentes soluciones, sabiendo que hay otras que no está contemplando porque no es capaz de luchar con la incógnita de lo desconocido, de ver más allá, traspasando la esencia de lo que está por venir, y la incertidumbre, la angustia y un temor irracional le hacen volver una y otra vez a un lugar seguro, a una zona de confort, desde donde solo es posible dejarse llevar por cada segundo que marca el reloj, cada instante fugaz del momento, esencia del presente. Por eso no se atreve a acudir a psicoterapia, por no hurgar en el pasado ni en su entorno, cuyo conocimiento y dominio es lo único que le otorga cierta estabilidad, o así lo cree fervientemente. Y por eso mismo, aún menos, tampoco se atreve a acudir a una consulta de videncia, porque prefiere la angustia de la incertidumbre ante lo que está por suceder que enfrentarse a conocer un pronóstico aún más incierto realizado por azar. Mejor dejar que todo vaya sucediendo con cada paso que dé, con cada segundo que avance en el tiempo.

©Aji ~ ©María José Gómez Fernández

Mi contribución para la convocatoria de @divagacionistas de enero 2024 #relatosEsencia 

lunes, 27 de noviembre de 2023

Cosas que pasan

---No me lo explico, últimamente está fallando muchísimo, todo lo ralentiza como si le costara traspasar cada segundo, cada minuto...

Mi amigo me hablaba con auténtica angustia, pero yo andaba metido en mis cosas, le hacía ver que tenía toda mi atención cuando en realidad solo escuchaba palabras sueltas de lo que me decía.

---Creo que le sobran cosas pero no sabría descartar las más importantes; tal vez así todo iría mejor... 

Lo miraba de soslayo, y en algún instante fijaba la mirada en la suya para que viera que le estaba escuchando como era debido, y es que yo estaba muy enfrascado en revisar el móvil y las notificaciones recibidas durante esa mañana. Él continuaba con su discurso, casi monólogo. Incluso comencé a sentir un cierto cargo de conciencia pensando que el pobre me estaba contando algo realmente importante para él y, sin embargo, yo no estaba a la altura de lo que estaba necesitando de mí, que era solo escuchar, escuchar y responder para constatar que estaba siendo atendido.

---Para mí que es algo de la memoria...

Por naturaleza somos tan egoístas que solo nos miramos y vemos a nosotros mismos hasta que das con el quid de la cuestión: ¿cómo me sentiría yo si me hicieran lo mismo que estoy haciendo ahora? Meditarlo un par de segundos te devuelve la respuesta: mal. Entonces reaccionas y te entregas por entero a las cuitas de tu amigo. ¿Y si es algo muy importante, incluso vital? Con la excusa de empatizar con él, le respondes formulándole una pregunta, aunque la razón verdadera es enterarte de qué narices te está hablando porque te niegas a admitir que no le estabas prestando casi ninguna atención:

---¿Me has dicho que se trataba de tu abuelo, verdad? ---sueltas como para ir atando cabos---.

---¿Pero qué dices, hombre? ¿Mi abuelo, qué tiene que ver mi abuelo con esto? ---responde perplejo, también preguntando---.

---Que piensas que a tu abuelo le está fallando la memoria, ¿no me estabas contando eso? ---me justifico con verdadero apuro---.

---¡Desde luego, estás para que te aten! Claro, como no quitas el ojo del teléfono pues no me estás escuchando. Te estoy hablando de mi móvil, que es nuevo y me está fallando como si tuviera problemas de memoria. Anda, déjalo, sigue enviando tu relato a Divagacionistas...

---Perdona, hombre, no tengo disculpas ---le contesto---.

Cuando levanto la vista se ha marchado.

©Aji ~ ©María José Gómez Fernández

Con este relato participo en la convocatoria #relatosMemoria de Divagacionistas (noviembre, 2023).

Publicado.


lunes, 25 de septiembre de 2023

La rueda que rueda sin fin

No das crédito al avance inexorable del tiempo; segundos, minutos, horas pasan como si fuera arena que cae en un reloj sin fondo, y ahí estás, con algunos retos superados a lo largo del día pero sin tregua, sin descanso, el cuerpo molido, las ganas a medias, y el saco de cosas pendientes muy lleno. A ciertas horas, ya de noche es una auténtica proeza poder llegar con los párpados entreabiertos, mirando casi sin ver, pero llegas, te duele hasta el aire que respiras, hasta el cabello que se cae --será porque es la época de la berenjena--, te duele tu nombre y te compadeces: pobre de mí, no sé ni cómo puedo. Recuerdas que por la tarde, revisando unos cajones encontraste un lorazepam de cuando te operaron hace unos meses, y hasta le das vueltas a la idea de tragarlo con agua para relajarte, pero lo piensas una segunda vez y lo descartas, realmente solo necesito tumbarme, escuchar el sonido de estática del silencio, cerrar los ojos, no pensar, olvidar cualquier conato de problema, no olfatear siquiera, sentir que vas perdiendo peso, que te alejas hasta del colchón que te soporta, solo eso, nada más y nada menos. En la calle la actividad y los ruidos van disminuyendo. La gente debe andar en retirada, la gente igual que tú, sembrada de estrés, cosas pendientes, carreras, angustias, miedos, carencias, dolor; la gente corriente que comparte su inquietud con la gente "no corriente", que también lo pasa mal, aunque puede que les respalde su mejor posición, influencia, dinero.
No sabes en qué preciso instante te dormiste, pero eres consciente cuando el despertador empieza a bramar en las últimas penumbras antes de que el alba tiña el cielo de los colores más hermosos junto con los del atardecer. Extiendes la mano para aplastar el timbre insistente que te avisa para que muevas las caderas, el pie, la tibia y el peroné, pero no para bailar en la pista como dice la canción, sino para bailar en la vida el nuevo día. Abres los ojos, pequeñitos al principio, y oteas con desconfianza a tu alrededor. Sabes que hay que salir a comerse el mundo pero te falta tener hambre, aunque eso ni lo digas, que nadie lo sepa, comerás sin ganas; un día más demostrarás a tu entorno que eres capaz de sobrevivir a las adversidades con las que te ha tocado lidiar.

©Aji ~ ©María José Gómez Fernández

Mi contribución a #relatosSobrevivir de @divagacionistas.

lunes, 31 de mayo de 2021

Me llamo Simeón

Mi suerte cambió cuando me cogieron aquellas manos y me vi arrullado en otros brazos. Mis ojos apenas cerrados vieron otro rostro, la voz que me habló también cambió, era cariñosa; el olor del cuerpo que me acunaba se me quedó grabado desde aquel instante: era La Mamma, así escuché que la llamaban y se llamaba a sí misma refiriéndose a mí.

Ella y mi papá me llevaron a su casa, que desde entonces también fue la mía; allí me esperaban otros dos humanos más que sin duda eran sus hijos; nunca antes, en mi corta vida de mes y medio, pude sentir que me quisieran tanto. Iba a reventar de felicidad, hice pipí sobre La Mamma, jugué torpemente y me quedé dormido sobre uno de los muchachos, para mí, desde entonces, los niños.

Tengo juguetes, comida, agua, cariño, compañía, dos camas, una terraza, una casa y cuatro humanos que me adoran; doy paseos, voy al parque, tengo una familia, qué más puedo pedir. Adoro a mi veterinario, y como soy tan particular, es al único al que permito que me ponga inyecciones o me limpie los oídos; mejor así, porque tengo que visitarlo frecuentemente ya que, por simpatía con mis humanos mi piel es atópica, padezco de vez en cuando gastroenteritis, me dan miedo otros perros -casi todos-, ¡ggrrrr!; tal vez, como alguno me ha atacado he terminado por no poder ver a muchos, y es que me pongo tenso, muy tenso, y sale de mí un carácter que da miedo ¡guau, guau, ggrrrr, ggrrrr, guau, guau!!! Odio las motos y los petardos.

Imagen ©María José Gómez Fernández. Todos los derechos reservados
Imagen ©María José Gómez Fernández. Todos los derechos reservados


Me gusta acompañar a La Mamma, o a los niños mientras están en sus quehaceres, aunque a veces no me dejan porque me pongo en todo el medio y no los dejo pasar. Cuando los noto tristes o preocupados me acerco a ellos, rozo mi lomo y mi hocico en sus piernas, me siento a su lado, los miro con deseo de ayudar, pero no puedo hacer más; ellos me hablan en tono muy cariñoso para agradecerme el detalle, y así logro sacarles una sonrisa. Es lo que está en mi pata hacer para compensar un poco lo que recibo.

Mi destino era un bidón de la basura pero La Mamma me salvó de ese fin horrible. El 14 de julio cumpliré 6 años. Más que una mascota soy uno más de esta familia, ahora mía.

©María José Gómez Fernández

Con este #relatosMascotas participo en la convocatoria de mayo 2021 de @divagacionistas.


lunes, 25 de enero de 2021

Deseos, ficción, realidad... N.N. – Día 317, 25 de enero

Cuando empezó el año, le dije a mi abuelo que pidiera un deseo pero que no lo dijera en alto, y él me dijo que esperaba que fuera un año mejor que el anterior. Primero pensé que el año lo tenía fácil para portarse bien pero luego pensé que también lo tenía fácil para portarse mal, porque siempre se puede ser más malo o ponerse las cosas más feas de lo que ya son.
En unos días empezó a ocurrir lo segundo, así lo veía yo desde mis ojos de niño. Unas imágenes en televisión mostraban a una multitud entrando en el Congreso de los Estados Unidos, por las ventanas, por la puerta, trepando por las paredes. Cuando pregunté, mi hermano mayor me mandó callar poniendo su dedo índice en los labios. Luego me explicó que había sido un asalto al Capitolio y un atentado a la democracia y me lo explicó. Parecía grave. Sé que era el día de Reyes. Unos días después tomaron posesión del cargo el nuevo presidente y la vicepresidenta, que vestía como Lisa Simpson en el episodio donde hace exactamente lo mismo. He pensado que a veces la ficción es premonición de la realidad: el presidente muere y Lisa se convierte en la primera presidenta de Estados Unidos, pero es que este hombre es ya muy mayor, así que no sé qué pasará.
Unos días antes, el pronóstico del tiempo anunciaba que se acercaba a España una fuerte borrasca, luego entendí que eso era Filomena. Las vacaciones de navidad han sido más largas que nunca este año. No me costó mucho quedarme encerrado porque ya estaba acostumbrado por el confinamiento del curso pasado. Pude bajar algún día a la calle con mi hermano a comprar pan --"así te da el aire", me dijo--. Lo convencí y jugamos un poco con la nieve. Pero ya no salí más a jugar porque la gente se había concentrado mucho y hasta habían salido con los esquíes, y claro, la policía empezó a llamar la atención. Siguió nevando más fuerte.
Mi abuelo tampoco ha vuelto a la residencia desde el verano y eso me alegra. Mi madre dice que no va a volver, así que ahora su habitación es el antiguo cuarto de invitados. Sé que los contagios están mucho peor.
Terremotos, inundaciones, trenes de borrascas, cultivos perdidos... Le dije al abuelo que no dijera en alto su deseo.

©María José Gómez Fernández

Esta es mi aportación para la convocatoria de enero 2021 de @divagacionistas #relatosNieve




lunes, 21 de diciembre de 2020

No todas las casas son un hogar. N.N. – Día 282, 21 de diciembre

Carla mira por la ventana mientras la lluvia cae insistente. Se pregunta cuántas luces en cada casa albergan realmente un hogar o solo un lugar donde vivir. Prefiere no mirar hacia adentro; ya sabe lo que hay: la puerta de su habitación cerrada, las discusiones intermitentes, vocerío desacompasado y en altibajos para evidenciar quién cree tener la razón, acompañado de pasos y zancadas a lo largo del pasillo, portazos inesperados; los auriculares para amortiguar esos ruidos, el móvil cerca para comunicarse con sus amigas y amigos a los que no cuenta lo que ocurre; el ordenador encendido y el trabajo de Historia sin terminar porque es incapaz de escribir dos líneas -aunque debe terminarlo para mañana; lo acabará de noche o cuando el temporal amaine-. Dormita de día y en clase procura pasar desapercibida.
Carla quiere estudiar en la universidad pero hoy día es todo incierto, no sabe si superará el bachiller y la selectividad; el entorno y los medios económicos no favorecen la concentración ni el estudio y con la situación de confinamiento es imposible ir a estudiar a casa de Mariel o de Inma como solía.

Por la ventana imagina que el mundo es mejor ahí afuera, sabe que no, pero eso la consuela y le ofrece un remanso de paz para seguir con su trabajo de Historia.
Para historia la suya. Esto ya no es un hogar ¿Por qué tienen que aguantar a ese gañán que tienen por padre? ¿Desde cuándo su madre, ella y su hermano se convirtieron en víctimas?
Acontecimientos acumulados, no ha sido de golpe: sus bajas frecuentes por ansiedad y depresión, la reestructuración de personal de su empresa, su entrega fácil a la bebida, su desinterés por las responsabilidades; le sobrábamos todos, empezó a burlarse de mi madre, de nosotros, se reía en nuestra cara; nos faltaba al respeto primero, después vinieron las bofetadas, los castigos, las palizas a mi madre.

No, Carla, sigue con la Segunda República, cuando finalice habrás terminado el trabajo, no tienes que entrar en la Guerra Civil. Solo falta un párrafo más, favorecida su redacción por el extraño pero agradable silencio que llega desde detrás de la puerta. El trabajo está acabado. De pronto, un golpe seco, un portazo. Carla acude, su madre se desangra en la cocina. Avisa al 061. Abraza y consuela a su hermano pequeño. Entre lágrimas llama a la policía. La guerra ha estallado.

©María José Gómez Fernández

Con este #relatosHogar participo en la convocatoria de diciembre de @divagacionistas


lunes, 30 de noviembre de 2020

Una promesa cumplida. N.N. – Día 261, 30 de noviembre

Hace como tres años que se marchó a trabajar a Francia con una buena oferta que superaba las recibidas en España. Desde entonces solo había podido visitar a sus padres y hermanos una vez al año. Hablaban a diario por teléfono y videollamada y también mantenían el contacto por redes sociales. Durante el último verano no pudieron verse en persona como hubieran querido porque la necesidad de recursos humanos a disposición en los hospitales era prioridad absoluta, así que las vacaciones las pasó igual que el resto de meses de confinamiento y nueva normalidad, saliendo a lo estrictamente necesario y en algún momento viéndose con algunos amigos muy cercanos. Algunos días sentía más que otros la falta del contacto directo con su familia, entonces los llamaba y se veían por las pantallas, escuchando sus voces y sus risas. Tuvo todo el tiempo del mundo y más para evocar recuerdos de la infancia, de la adolescencia, instantes que creía olvidados pero que permanecían ahí, y los refería en alguna conversación con sus hermanos, o con sus padres, después de cenar, saboreando una rica taza de cacao como la que tomaba cuando era pequeña.
Se le ocurrió uno de esos días, pero no les dijo nada; sería una sorpresa. Lo meditó a conciencia, hizo indagaciones, gestiones que le llevaron unos meses. Tenía tiempo para que todo saliera bien. Consiguió un puesto en una clínica privada en Madrid, y le merecía perder sueldo para ganar lo que más echaba en falta en aquel momento. El próximo verano sería especial, o eso quiso pensar, y por eso hizo planes, sin desvelarlos a nadie, porque sería su sorpresa. Dedicó un tiempo a escoger una autocaravana de más de 3.500 kilos, hasta que terminó comprándola. A cambio vendió su coche y compró una pequeña motocicleta. Como tenía el carnet para conducir la autocaravana -que obtuvo años atrás en España-, todo cuadraba a la perfección. Así que llegó el momento, habló con la familia como siempre por videollamada, se tomó unos días libres antes de las últimas vacaciones en aquel hospital en Francia y se despidió de compañeros y amistades.
La recibieron en casa con gran alboroto porque ninguno la esperaba. Los hizo salir a la calle para ver la sorpresa que les dijo tener; la abrazaron y se emocionaron:
-Siempre os prometí que cuando fuera mayor nos iríamos todos juntos en autocaravana. Vuelvo a casa.

©María José Gómez Fernández

Con este relato participo este mes en la convocatoria #relatosPromesas de @divagacionistas 



lunes, 26 de octubre de 2020

Brotes de creatividad. N.N. – Día 226, 26 de octubre

Esta historia que os cuento empezó hace unos meses, justo el 14 de marzo a las 7 de la tarde en España, la hora que luego fue para todos la hora de #LaBuenaSuerte. Rosa abría sus directos en Facebook para hablar de su obra, para hablar del proceso de creación literaria, de construcción de personajes, de cómo surge la idea huevo de una novela... Y la gente iba llegando a escuchar, a preguntar, procedente de muchos puntos del globo, como abejas a la miel. Ese día era sábado, día cero del confinamiento en nuestro país, y a partir de ahí, todos los sábados y miércoles se producía ese encuentro particular y fructífero, que se convirtió en el mayor taller literario mundial, virtual y espontáneo de todos los tiempos.

Me subí en el barco de los directos de Rosa como el náufrago que, rescatado, sube a una embarcación, luchando con el oleaje y el temporal en alta mar. Estábamos inmersos en un auténtico temporal, el del confinamiento por la pandemia, confusos durante los primeros días, tomando el control de nuestras reacciones ante la adversidad. Días largos e inciertos en los que nos sentíamos algo perdidos, saturados...; entonces llegó el arca de Rosa, nos abrió sus compuertas, y subí.

Ciento sesenta y ocho escritores noveles procedentes de veintitrés países escribimos otros tantos relatos diferentes creados en torno a la descripción de dos personajes, que distintos en cada relato, nos llenan de pinceladas de vida, amor, secretos, intriga, muerte, ilusiones, y ¡cómo no! de carmín, chocolate, palomas e imaginación, mucha imaginación.

Brotes de creatividad, un haz de luz en los tiempos de mayor oscuridad que la humanidad ha podido vivir en los últimos años, un ejemplo de solidaridad -parte de los beneficios serán para ACNUR-, trabajo en equipo, creatividad literaria, algo increíble y mágico, tanto como el hada madrina que posibilitó que este proyecto se disparara, creciendo y materializándose en un libro en dos volúmenes: "En Cuentos con Rosa": "Carmín" y "Chocolate", realizado en el tiempo récord de tres meses, de forma telemática y con el huracán de la pandemia instalado en el cielo de nuestras vidas.

Rosa Montero logró tocarnos a todos con su varita de tinta y entusiasmo, y a partir de ahí, nos hizo #raluquear en tiempos realmente complicados -y eso que aún no sabíamos lo que significaba #raluquear, porque lo supimos después-.

Solo puedo decir ¡¡¡GRACIAS ROSA Y COMPAÑEROS!!!

©María José Gómez Fernández

Publicado en recopilación de relatos de Divagacionistas.

Últimamente me gusta mucho hablar de esta gran experiencia, y con ella participo en la iniciativa de octubre de @divagacionistas sobre #relatosBrotes. Espero que os guste.

En Cuentos con Rosa: Carmín y Chocolate. Prólogo de Rosa Montero. Editado por Literálika.


lunes, 28 de septiembre de 2020

Ni héroe ni heroína. N.N. – Día 198, 28 de septiembre

Atravesaban la plaza agarrados el uno al otro, más como dos en peligro de caer, por caminar trastabillando, que como una pareja amantísima; los dos tan delgados que parecían juncos al viento. El Feo y La Canija iban a pillar algo a la esquina cerca del cine San Fernando; no mucho, que la pasta no es chicle y no les iba a dar para tanto. Después se irían, "de tranquis" a meterse sendos picos a un lugar apartado en el Barrero, entonces una zona llena de basuras y poco recomendable para pasear. En los últimos tiempos habían logrado mejorar sus paupérrimos ingresos gracias a la intervención de un benefactor que les salió como por arte de magia, un profesor universitario que de pura casualidad los conoció y quiso ejercer de Pigmalión: El Feo encontró acomodo limpiando en un supermercado de barrio -no era gran cosa, pero trabajaba cuatro horas, toda una hazaña para él-, y La Canija tenía que acudir a la casa del profesor para atender labores domésticas. Ambos habían dado al profesor su palabra de cumplimiento. Dos días a la semana, al terminar su trabajo, La Canija esperaba a El Feo en la casa del profesor y éste les instruía repasando con ellos lectura, escritura y otras disciplinas a nivel de sexto de primaria, y todo iba realmente bien porque estaban contentos por la oportunidad de aprender y porque el profesor, orgulloso, les hacía ver sus avances.

Los demás días de la semana corrían el peligro de verse envueltos en cualquier desamparo del azar, incluso tentaban a la suerte y volvían a sus antiguas fuentes de ingreso, aún no abandonadas: pequeños hurtos de El Feo y prostitución barata de La Canija, pero de esto el profesor no sabía nada.

Se despidieron en torno a las 11 de la noche con un fugaz beso en los labios -¡tan enamorados seguían!-. El Feo fue a sus asuntos para birlar algo por ahí; La Canija se puso a hacer dedo a las afueras de la ciudad, en dirección a la playa. Tuvo suerte y pronto subió a un coche.

Dos días después, el periódico refería que una mujer joven, cuya descripción correspondía con la de La Canija, había sido hallada sin vida en las dunas de la playa. No había muerto por sobredosis de un mal pico sino cosida a puñaladas. El Feo la lloró durante mucho tiempo, sin poder olvidarla.

©María José Gómez Fernández

Con este relato participo en la convocatoria de @divagacionistas con #relatosPicos de septiembre 2020. Basado en una historia real ocurrida a finales de los años 80 en una ciudad del sur de España.

Publicado en Divagacionistas.

lunes, 27 de julio de 2020

El levante, la luna o el calor: gente especial de La Isla. N.N. – Día 135, 27 de julio

No hay una explicación pero es fetén que en todos los pueblos hay un tonto, el tonto del pueblo, al que llaman así cariñosamente porque es una persona como adoptada socialmente por todos, incluso se podría decir que todos la sienten como suya y que hasta forma parte del patrimonio inmaterial del lugar. No solo hay "tontos" en los pueblos, también en las ciudades y en nuestro entorno más cercano. Hoy día no es de recibo llamarlos así sino que se opta por referirse a ellos como personas con discapacidad mental o psíquica, y en ese saco, entre otras muchas discapacidades y enfermedades psíquicas, también entran los que en otros tiempos se llamaban los tontos del pueblo, pero siempre sin ánimo de ofender.

Recuerdo varios casos, todos ellos de La Isla (de León), por ejemplo, El Bustillo, un compañero de instituto del que nunca más supe, pero que en los cursos de BUP y creo recordar también COU, la liaba parda para abrir un caramelo, tanto que interrumpía el ritmo de la clase y todo el mundo prestaba más atención a El Bustillo y a su caramelo, si lo pelaba o no, que a la explicación del profesor. Otro caso era un individuo que se enfadaba y mucho cuando le coreaba la chavalería por la calle "El Pilao bobobó" y salía corriendo detrás de quien fuera, y más te valía correr...

En otro nivel estaba otro individuo, del que no recuerdo el nombre, pero que solía ir por la calle o solo, o empujando un carrito de mercancía, y siempre caminaba a una velocidad de vértigo, eso sí, como alguien le nombrara a su hermana, ese alguien podía darse por perdido. También en otro nivel estaba Adolfito, un tipo curiosísimo y de estatura desproporcionada que destacaba entre la multitud, y que gustaba pasear con paso lento y acompasado, como si fuera el mismísimo alcalde; tanto gustaba exhibirse y mostrar su poderío en público que en las procesiones de Semana Santa tenía el cielo abierto para caminar delante del paso junto con la representación de la cofradía y también de las autoridades locales, y ese día lucía chaqueta. Los chavales le coreaban "Adolfito maricón" y él corría tras quien fuera.

El Profeta era el caso más doloroso, recibió corrientes eléctricas en un manicomio y temía que ELLOS volvieran a buscarlo. Era buena persona y hablaba como si fuera un enviado divino.

©María José Gómez Fernández

Esta es mi aportación a la convocatoria de julio #relatosLocura de , lunes 27.



lunes, 29 de junio de 2020

Un ramo de flores en la playa. Nueva Normalidad – Día 107, 29 de junio

Entonces tendría 42 años y Mary unos 4. Tumbada en la toalla, descansaba y tomaba el sol. Mary jugaba con la arena a su lado mientras que sus hermanos se entretenían con la pelota o el baño y su papá estaba pendiente de ellos. Mamá le hablaba desde la toalla, tapándose a veces los ojos con el antebrazo. Su bañador negro y el pañuelo que se había colocado en la cabeza le daban un toque distinguido, siempre elegante, hasta en la playa. La veía tan guapa, tan joven, sentía que la quería tanto, que no sabía cómo decírselo sino estampándole un beso en la mejilla y abrazándola a la altura de los hombros -procurando no llenarla de arena con sus deditos-:
-Te quiero mucho mamá.
-¡Ay mi niña, qué bonita eres! ¡Yo sí que te quiero!
-Mira, mami, voy a ir a buscar flores para regalarte un ramo.
-Bueno, no hace falta. Ve hasta donde está papá.
-Ahora vengo.
Quince minutos después Mary aún no había vuelto. Su madre la había visto caminar en dirección a su marido y como vio que él y la niña se saludaron se recostó de nuevo tranquila un rato. Necesitaba ese pequeño regalo del sol y la brisa para recargar tranquilidad que le permitiera seguir con energía con sus ocupaciones diarias: la costura, la casa, su madre, la compra, los hijos, el marido... Sí, necesitaba recargar fuerzas. Pero estaba preocupada porque Mary no había vuelto. Era extraño; tampoco la veía junto a su marido. Se levantó, caminó hacia él y le preguntó, con sus otros tres hijos a la vista. Era terrible, se le hundió el mundo bajo los pies, el día se hizo noche y el mar retrocedió hasta el horizonte; nada tenía sentido si Mary se había perdido.
En el altavoz de la playa se escuchó el aviso de que se había perdido una niña de unos 4 años, con bañador rojo y que decía llamarse Mary Fernández. Decía la voz que se encontraba bien y que si alguien reconocía esos datos podía pasar a recogerla.
-Mamá, no he encontrado las flores para tu ramo, y luego no te encontraba a ti -dijo Mary mientras comía patatas fritas-.
Su madre la abrazó y la besó con gran dulzura y tranquilidad.
-Cuando sea mayor te compraré muchas flores.
Mamá ahora tiene 92 y Mary se perdería mil veces por ella para regalarle flores.

©María José Gómez Fernández

Con este relato, dedicado a mi madre, participo este mes en #relatosMadres de 29 de junio 2020.

lunes, 25 de mayo de 2020

La puerta abierta. Fase 2 – Día 72, 25 de mayo


La vida es como una rueda. Nos movemos en círculos aunque no lo percibamos. Nacer, crecer, jugar, estudiar, trabajar, amar, fracasar, caer, subir, reir, llorar, morir, podrían ser algunos de los palos de esa rueda de la vida. Cada persona tiene su propio círculo vital pero los círculos de una o varias personas se entrecruzan continuamente, en las diversas relaciones sociales, ya sean de trabajo, amorosas, de vecindad, de amistad, familiares. Entonces coinciden en algún punto, existe una intersección que tiene una duración en el tiempo y en el espacio, un principio y un final. Estoy recordando una historia muy reciente de dos personas que por azar de las vueltas de la vida se encontraron con que sus círculos vitales coincidieron, conectaron, formaron pareja, hicieron proyecto de vida juntos, sin saber cuál sería la duración de la interconexión de sus círculos vitales -¡claro, eso no lo sabe nadie!-, bailaron, rieron, se amaron hasta el infinito, con esa complicidad que solo existe en las miradas de los amantes que se beben sus cuerpos, hasta que un día indeterminado, la monotonía, los alicientes, las preferencias, los descontentos, la desidia, la desazón, las diferencias, comenzaron a instalarse en su día a día, y ninguno quiso entender al otro porque ninguno quiso escuchar el corazón del otro -¡qué iban a saber ellos que el punto de interconexión de sus círculos vitales estaba a punto de llegar a su fin!, se habrían evitado tantas discusiones estúpidas e ingratas...-. A partir de ahí, se acercaron peligrosamente a los límites que se rebasan con facilidad pero después uno se arrepiente de haber rebasado. Daba igual el arrepentimiento porque los círculos se habían dejado de cruzar. Ahora se preguntan si sería posible que la vida los pusiera de nuevo al uno en el camino del otro, lo hablan tranquilamente, como hace mucho no hablaban. Y la pregunta queda en el aire, porque todo es posible cuando hay sentimientos vivos y puertas que continúan abiertas; todo es posible cuando ignoramos si en la rueda de la vida está prevista otra nueva intersección de los círculos vitales de las mismas personas entre sí. Pero ellos no conocen la existencia de esos círculos ni de sus tiempos, así que se agarran a lo que sí saben: dejar los sentimientos sobre la mesa, el entendimiento funcionando y la puerta bien abierta.

©María José Gómez Fernández

Esta entrada participa en la iniciativa #relatosCírculos @divagacionistas lunes 25 de mayo 2020.

Publicado en @divagacionistas.

lunes, 27 de abril de 2020

Aquel hombre interesante. Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 43, referido al 26 de abril

Elegante y enigmático, siempre de negro, camina cabizbajo pendiente del rumbo de sus pies. Su tez pálida contrasta con la oscuridad que transmite su mirada.
Martina lo observa desde hace poco a media distancia antes de encontrarse con él, que llegó hace rato y ocupa una mesa de la terraza; ha pedido un café solo y un brandi sin hielo, saborea el café que combina con un cigarrillo negro mientras la aprobación se deduce de sus gestos, superada tan solo por la que manifiesta tras el primer sorbo al brandi.
Ha llegado el momento. Martina se acerca sin ser vista hasta situarse justo detrás de él, le habla, él gira ligeramente la cabeza para verla al tiempo que Martina se gira en su posición, como jugando a que no la encuentre; piensa que eso le resultará gracioso, por todo lo que han hablado en la distancia, pero es un riesgo que corre, porque esta es la primera vez que van a verse en persona. El momento es explosivo, inesperado, no solo se sonríe y se ríe sino que se levanta de la silla, se queda medio mudo, hace aspavientos con las manos y la cabeza como si no se pudiera creer lo que está pasando, retrocede unos pasos y Martina, también sonriente y eufórica muestra su satisfacción por el encuentro, señalándose primero a ella, después a él, tapándose la cara con las manos, entreabriendo los dedos para poder verlo, hasta que en un impulso se acerca hasta él y de un salto se le encarama entrelazando las piernas a su cuerpo, y ahí se quedan, ante la mirada perpleja de la gente que los observa, fundidos en un abrazo interminable, repitiendo sus nombres y besándose con apasionada ansiedad.
Horas después la cama de un bonito hotel fue testigo de una pasión desorbitada que daba rienda suelta a su delirio tras largo tiempo de espera pactado.
Diecisiete años más tarde ninguno puede olvidar aquella primera vez y otras muchísimas que la sucedieron, al igual que la infinidad de momentos álgidos que vivieron, sin límites. Pero algo se quebró hace tiempo y ahora tienen que separar sus caminos, la ilusión se ha ido alejando junto al respeto, al descuido y a los placeres desgastados por altibajos dañinos sin sentido. De nada valen reproches. Se despiden sin decir un adiós. Ahora Martina conoce mejor la oscuridad que él sigue guardando en su mirada.

#YoMeQuedoEnCasa y participo con este relato en la convocatoria #relatosPlaceres de @divagacionistas. 27 de abril, 2020. #QuédateEnCasa y participa.


©María José Gómez Fernández.

Publicado en Divagacionistas.

lunes, 30 de marzo de 2020

Confinamiento domiciliario #YoMeQuedoEnCasa – Día 15, referido al 29 de marzo, “¿Real o virtual?”

Lucía asiste a clases por videoconferencia desde su habitación.

Antes de comer, Alberto habla con sus amigos en divertida charla por su grupo de Whatsapp.

Claudio, con cinco años, continúa aprendiendo a leer y escribir con su mamá. Se sientan juntos por la tarde en el sofá, y aprenden mientras se divierten, con papel, lápiz y el método Micho.

Carmen está realizando su Proyecto Fin de Grado para Desarrollo de Aplicaciones Multiplataforma, de Formación Profesional Grado Superior. Los recursos disponibles en internet, la comunicación con su tutor a través del correo electrónico y su espacio virtual de enseñanza son fundamentales para ir revisando el desarrollo de su trabajo.

Marta no se pierde sus clases de baile. Su profesor le envía un videotutorial semanal.

Pablo habla cada noche con su madre, nonagenaria. Ahora, como no podrá ir a visitarla durante quién sabe cuánto tiempo, alterna la llamada de voz con la videollamada y comprueban que todo va bien.

Aurora cumple cada mañana con su jornada de teletrabajo, con más horas que la presencial, llena de correos electrónicos, mensajes por Whatsapp, reuniones por videoconferencia, chat con los usuarios a los que atiende para resolver sus dudas, ficheros compartidos que se editan y guardan en tiempo real.

Imagen de Everypixelfree ©geralt (libre de derechos)

Como ahora no puede salir, Conchita ha realizado por primera vez su compra mensual por internet. No se la pueden llevar a casa, así que un vecino generoso se la recoge y entrega.

Julio escribe su Trabajo Fin de Grado en Óptica y Optometría. Necesita libros y artículos de revistas que no puede obtener de la biblioteca universitaria por estar todo cerrado. A través de un chat lo orientan sobre cómo llegar a libros y artículos electrónicos suscritos por la biblioteca y a otros que, ahora mismo, las plataformas de recursos están ofreciendo en acceso abierto.

Manuela ha resuelto una avería eléctrica menor contactando por teléfono con su compañía de suministro. Han acudido a arreglarla gratuitamente, servicio especial del momento.

Enrique emite por YouTube los ensayos de su próximo single.

Rosa mantiene tertulias literarias con sus seguidores en Facebook.

Hoy, sin precedentes, los límites entre lo real y lo virtual se desdibujan porque todo es real e igual de efectivo. Volveremos a viajar, a abrazarnos, pero podemos constatar que lo digital y remoto también es tangible. El 14 de marzo de 2020 marca un antes y un después en nuestra percepción del mundo y nuestras vidas.

©María José Gómez Fernández. #QuédateEnCasa. Este mes #YoMeQuedoEnCasa y escribo mi aportación de #relatosLímites para @divagacionistas (30 de marzo 2020).

Publicado en Divagacionistas.

lunes, 27 de enero de 2020

Un día raro


Hay días en los que uno se siente extraño y entonces piensa eso de ¡vaya día tan raro!, como queriendo atribuir al pobre día la capacidad de provocar esa sensación extraña que uno siente. Sí, como si uno se encontrara fuera de lugar, pensando que la está liando con todo, que no se sabe explicar o que nadie lo entiende; sin encontrar la palabra que justo necesita para expresar algo, o cambiando una letra por otra al pronunciar repetidamente una determinada palabra con el empeño de corregirse, pero no, en vez de arreglarlo, lo empeora, y uno se siente ridículo ante la mirada de los demás, como si estuvieran viendo sus ideas, sus huesos, su desnudez a través de los ojos, la piel y las ropas.
Así se sentía Pedro esa mañana, deseando que acabara el día cuando apenas había empezado. Se creía observado por todo el que se cruzaba en su camino, ya fuera un pasillo o la otra acera de la calle. Sí, ese día que tenía la defensa de su proyecto ante el tribunal, justo ese día, se notaba que le iba a pasar, que al pronunciar, iba a cambiar involuntariamente muchas eles por muchas erres, o que iba a ocurrir lo mismo con cualquier otro par de letras, y no lo podía consentir, se jugaba mucho.
-¡Pedro Pérez Alcalde! -escuchó que lo nombraban desde la puerta del aula-.
Respiró profundo al tiempo que encaminaba sus pasos hacia la puerta, escuchando solo su respiración, concentrado en un único pensamiento: "lo voy a leer bien" -se repetía-, "no me van a traicionar estas rarezas que me provocan los nervios".
Media hora más tarde salía Pedro por la puerta del aula, con satisfacción rebosando su expresión.
-¿Qué tal? -le preguntó otro compañero opositor-.
-¡Bien, gracias, Juan!. Al menos lo he podido leer bien. Había hecho un buen examen y no me iba a suspender a mí mismo fallando en la lectura por causa de los nervios. Estoy satisfecho.

©María José Gómez Fernández para #relatosRarezas de @divagacionistas (27 de enero, 2020).

Publicado en @divagacionistas.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

La noche más larga - Explicación


Para algunos románticos la noche es mágica porque, iluminada la oscuridad por luces artificiales, hace que todo parezca envuelto en un halo especial que da pábulo a intimidades, escarceos, y socialmente otorga licencia y permisividad para desinhibirse y divertirse con lo que cada cual quiera, aunque hay quien se propasa consumiendo drogas o alcohol, o bien abusando de la libertad de los que creen más débiles, precisamente, porque para otros, la oscuridad y las sombras de la noche son el escenario perfecto para ocultar miserias y llevar a cabo acciones deplorables contra personas y cosas.

La noche más larga en el hemisferio norte coincide con el solsticio de invierno, que cada año varía y tiene lugar entre el 20 y el 23 de diciembre.
"El solsticio de invierno se corresponde con el momento en que la posición del Sol en el cielo se encuentra a la mayor distancia angular negativa del ecuador celeste" (Wikipedia).

Explicación a La noche más larga.

Giros del destino - Explicación


Lamentablemente, en estos días que corren, muchas personas ven truncada su vida por un giro del destino. El desempleo, los despidos rompen el ritmo y la armonía de muchos, que de un día a otro se ven desamparados y desahuciados. Ojalá todas esas realidades tuvieran un final rápido y feliz, como el que, amparándonos en el espíritu navideño, hemos dibujado para Pablo, algo que nos recuerda que la solidaridad existe y que la amistad está por encima de todo.

Explicación a Giros del destino.

lunes, 23 de diciembre de 2019

La noche más larga


Eran casi las 6 menos diez de la tarde del 22 de diciembre cuando se puso el sol, dando paso a la entrada de la noche que duraría hasta pasadas las 8 y media del día siguiente, sin duda la noche más larga del año.

Cuando era pequeño me daba verdadero miedo escuchar a mis mayores decir que esa iba a ser la noche más larga; me iba pronto a la cama después de cenar y sin embargo no conseguía conciliar el sueño hasta que el agotamiento me vencía, porque durante mucho rato, horas eternas para mí entonces, pensaba que en esa noche tan larga ocurrirían cosas que terminarían haciéndonos daño. Acurrucado entre las mantas, con la cabeza tapada hasta la coronilla, imaginaba que alguien entraría en casa y nos raptaría, o que caeríamos en un abismo oscuro cuando estuviéramos durmiendo, y moriríamos sin enterarnos. Pensaba en infinitas horas de oscuridad que evitarían que nunca más volviera a ser de día, es decir, que en La Tierra siempre sería de noche, lo que me hacía pensar que la larga noche provocaría el advenimiento de una especie de fin del mundo, aunque sin llegar a serlo. Una elucubración me llevaba a otra, y cada nuevo pensamiento se volvía más retorcido; daba mil vueltas en la cama, cansándome de tanto moverme, sudando a pesar del frío, propio de la entrada del invierno, que también sucedía esa noche, y todo junto, el invierno y la noche más larga, se me figuraban como entes terribles que nos atraparían en un limbo incierto, como si fuéramos a ser tragados por un agujero negro.

Imagen ©Paul Volkmer, libre de derechos. Tomada de Everypixels free: https://www.everypixel.com/search?q=&authorname=Paul%20Volkmer

Al despertar por la mañana siguiente me sorprendía por verme de nuevo sano y salvo en mi cama, cuya ropa parecía haber sufrido una auténtica batalla, claro está, la que había mantenido conmigo mismo, por evitar ser devorado por la noche más larga que estaba a punto de terminar. Me alegraba comprobar que por las rendijas de la persiana entraba un tímido reflejo de la claridad del incipiente amanecer. Con alivio empezaban a quedar atrás los pensamientos lúgubres y tenebrosos que me habían acompañado en la vigilia horas antes.

Ahora que han pasado muchos años, esbozo una sonrisa cuando refiero mis recuerdos infantiles sobre la noche más larga pero sé bien que en la noche ocurren cosas buenas y también malas, no tan lóbregas como las que yo imaginaba, aunque a veces...

©María José Gómez Fernández para la convocatoria #relatosEntrada de @divagacionistas de 23 de diciembre, 2019.

Aquí se puede leer la recopilación de #relatosEntrada de @divagacionistas.

Giros del destino


Entrada la medianoche yo seguía esperándolo a la puerta del bar, con sentimientos encontrados, entre preocupación y cabreo por el retraso. Me juré que una vez terminada la copa me marcharía sin más, así que encendí un cigarrillo para acompañar el tiempo. Al rato observé que un tipo pretendía acceder al pub por la puerta de salida; un segurata le impedía el acceso capeando la insistencia machacante del hombre. Me percaté de que era mi amigo y me acerqué para quitar hierro al asunto mientras pensaba "este se está colando con media entrada". Pablo me reconoció con cierta dificultad, lo que delataba su perjudicado estado de ebriedad. Dejé mi copa y me llevé a Pablo dando tumbos.
Fuimos a mi casa; en su estado no quise abandonarlo a su suerte ni reprocharle su retraso, mi larga espera o la pérdida de mi querida entrada al concierto de GUNS N' ROSES.
Se echó en el sofá como si fueran los brazos de un amante al tiempo que rompía en llanto inconsolable. Entre sollozos y voz resbaladiza me contó que el día antes lo habían despedido del trabajo; desde entonces vagaba de bar en bar sin saber cómo reconducir su vida y afrontar los pagos de la moto y del piso, de los que meses antes había pagado la entrada.

Imagen ©MichaelGaida, libre de derechos, tomada de Everypixel free.

Luego se quedó dormido, y mientras yo cavilando cómo podría ayudarlo, y así amanecimos. No quise despertarlo porque dormía como si no hubiera un mañana y quería evitarle su baño de realidad.
Me acordé de Macarena, amiga de siempre y algo más, que dirigía una empresa familiar de portes rápidos a domicilio. Por teléfono quedamos a la entrada de su negocio y al despedirnos respiré con un soplo de esperanza.
Desperté a Pablo con un café calentito y una sonrisa. Me pareció más envejecido que nunca, incluso con la entrada del pelo más notoria.
-¿De qué te ríes, gilipollas? ¡Estoy yo para risitas! -me escupió en la cara a modo de buenos días-.
- ¡Yo también te quiero!. ¡Porque somos amigos que si no te iba a aguantar tu abuela! -le respondí-, ¡vamos!, arréglate un poco que hemos quedado con Macarena.
Me miró sin verme y respondió con un cordial ¡vete al carajo!.
Dos horas más tarde me dijo mil veces gracias y lo siento dos mil. Macarena y su oferta de trabajo lo habían devuelto a la vida con una entrada triunfal.



©María José Gómez Fernández para la convocatoria #relatosEntrada de @divagacionistas de 23 de diciembre, 2019.

Aquí se puede leer la recopilación de #relatosEntrada de @divagacionistas.

martes, 26 de noviembre de 2019

El Bicho

Mi vida no ha sido un camino de rosas, ni tampoco empedrado, angosto y difícil. Desde pequeño me querían meter en el rebaño, pero poco a poco me convertí en la oveja negra, un chico rebelde. Equivocado, vivía al día sin importarme a quién salpicaban mis actos, sin darme cuenta que al que más salpicaban era a mí.
Aunque parezca contradictorio, era muy buen estudiante y bastante inteligente, pero lo desaproveché: cambié el sacrificio y el esfuerzo por la diversión y el "golferío"; no supe, o no quise compaginarlo todo y me desvié del camino correcto, no sé si por faltar mi madre desde muy pequeño, o por la actitud dictatorial de mi padre.
Aparqué los estudios; pasaba el día en la calle haciendo gamberradas, metido en peleas, llegaba magullado y sangrando a casa y se endurecía la cosa con castigos de mi padre al que robaba cigarrillos.
Mi primera experiencia con las drogas, el cannabis, fue a los 13-14 años: primero porros, luego pastillas; con 19 años acabé siendo un politoxicómano. En la época fuerte de la heroína me enganché al caballo hasta la médula destrozando mi vida y la de la gente que me quería. Me convertí en un ADVP intravenoso (Adicto a las Drogas Vía Parenteral).
Con 23 años, en 1989, tras innumerables intentos y recaídas, dejé la droga. Pero todos estos errores dejaron secuelas de por vida en mi organismo, el virus C. Este bicho empezó a actuar en mi hígado. Aunque ya no consumía cogía mis borracheritas los fines de semana... y el "bicho" seguía mordiéndome. Hace unos 12 años, sintiéndome muy jodido, me ingresaron en el hospital: cirrosis hepática. Dejé el alcohol, reduje mi consumo de grasas y me cuidé al máximo. Cambió mi forma de ver la vida y prioricé mi salud.
Tras años de ingresos, épocas malas y buenas, el año pasado me diagnosticaron cáncer de hígado, tres tumores. El mundo se me vino encima, comprobé que los errores de esta vida se pagan. He pasado un año de sufrimiento indescriptible, he llegado a verle las orejas al lobo, hasta la guadaña brillando frente a mis ojos.
Gracias a un DONANTE, que dejó su vida y me dio a mi una nueva, estoy aquí otra vez, con más fuerza que nunca, porque la vida es lo mas intenso que se puede sentir, con sus alegrías y sus tristezas, pero merece la pena.


Para #relatosEnfermedad de @divagacionistas noviembre 2019. ©María José Gómez Fernández.

Este es mi pequeño homenaje a un amigo que se fue demasiado pronto (2011). Con todo mi cariño hoy cumplo con la palabra que un día le di.
Para que otras personas no cayeran en los mismos errores que él, me dio permiso para usar sus palabras, aunque las he modificado un poquito. Murió seis meses después de escribir en una de sus redes sociales algo parecido a lo que habéis leído, y también a esto:
"Después de 16 días de la operación, me encuentro como cuando tenia 20 años; hacía muchísimo tiempo que no podía bailar, apenas moverme, y ahora soy un enérgico culo inquieto, tengo ganas de comerme el mundo y disfrutar de todo lo que me ha faltado durante muchos años, tengo muchas ideas, fuerza para no parar, ganas de amar, besar, disfrutar de vuestra compañía, pescar, tatuar, dibujar, cocinar, mis conciertos, teatro, espectáculos, aprender de la vida, que aún tiene mucho que ofrecer; estoy feliz, emocionado, mineralizado y vitaminizado, no se puede decir de otra forma.

HE VUELTO A NACER. SALUD A TODOS PARA TODA LA VIDA. OS QUIERO."

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