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martes, 15 de agosto de 2017

Sin razón aparente

Por la mañana pudo ver los restos del naufragio de la noche anterior: los calcetines de él colgando de la chimenea y su minifalda enganchada en los colmillos del jabalí; él se había ido, así que de nuevo estaba sola, y todo eso le produjo tal nostalgia que fue incapaz de permanecer allí por más tiempo.
Se dirigió hacia la playa con el firme propósito de poner fin a todas sus desgracias y desamores, pensando hacerse a la mar como una madera que flota a la deriva hasta ser engullida por el valle inmenso del océano. Y así lo hizo.

Microrrelato publicado en Cinco palabras, 3ª semana de agosto de 2017.

©María José Gómez Fernández


Carne sitiada

Años difíciles,
de desconcierto y desorden.
Crisis de identidad humana,
crisis de derechos y dignidad.

Carne que sufre y que muere,
carne que mata y destruye,
carne que huye y emigra,
como puede, o sin poder.
Carne que se desmadra
en interminable carnestolenda.
Carne que busca un líder,
político o espiritual.
Carne que no quiere pasar hambre,
y que vive para trabajar,
mientras otros optan por robar.
Carne despedazada
en atentados cruentos.
Carne sacrificada
por desquicie de un suicida
que no quiere morir solo.
Carne reventada
por desastres naturales.


La ciudad y el país no importan;
puede ser cualquier sitio.
Son años difíciles,
de desconcierto y desorden.
Y pasarán a la historia
como etapa de transición,
como tiempos de incertidumbre,
posible preámbulo de guerra,
mediocridad política,
ideologías convulsas,
injusticia social.

Años que estamos viviendo
en nuestra carne,
carne humana,
carne sitiada.

lunes, 20 de marzo de 2017

Directo al vacío

Enloquecer y tirarse por una ventana, presa de un momento de desesperación. En cuestión de segundos todos los problemas, todas las preocupaciones, toda la amargura, toda la vida se queda estampada contra la acera.
Se acabó.



Lo que viene después sólo los demás, supervivientes y testigos, aterrados unos, impávidos otros, lo pueden ver y contar.
La sangre mana del cuerpo y recorre los surcos del enlosado pavimento. El cuerpo dislocado, tal como quedó tras el impacto, descompuesto en una postura imposible, descoyuntado. Los ojos con una expresión final fija, pidiendo ayuda, dementes, desorbitados, guardando para la posteridad el instante y el sentimiento congelado del pavor, temerosos por ver cómo se ejecutaba la decisión última irrevocable.
La gente, intrigada, aterrada, que se agolpa por saber.
La policía que llega al lugar del suceso, al rato el forense, el secretario judicial y el juez.
Unos minutos en los que todos están pendientes de ti, y después levantan tu cadáver, el lugar se va quedando solo, la gente comienza a dispersarse para continuar con sus quehaceres y la vida en la calle sigue.
Quedará en la memoria la anécdota del terrible y triste suceso, quedará para siempre impresa tras los titulares de la noticia que recoja la prensa local. El dolor por la pérdida quedará en los que te querían, el duelo, la ausencia, el recuerdo. Un tremendo, rápido y triste final. La forma más radical y menos aconsejable de afrontar una decepción.


Basado en un hecho real ocurrido el sábado 18 de marzo de 2017 en una ciudad del sur de España.
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