Hace ahora seis años que conocimos la sentencia del juicio de primera instancia, unos días después de acabarse la Feria de Abril: habíamos perdido. Toda la algarabía de la ciudad, engalanada de encajes y volantes, se apagó repentinamente como de costumbre, igual que nuestra esperanza, como la colilla de un cigarro aplastada con saña contra el cenicero. No nos rendimos y nuestro caso se juzgó en segunda instancia: esta vez ganamos. Entonces la parte contraria se revolvió y nos llevó ante el Tribunal Supremo. Su decisión fue inapelable: habíamos ganado. Contentos, como un acusado absuelto de su presunto delito, comenzamos a organizarnos para que en pocos meses se iniciara la reparación de nuestro edificio, malogrado, agrietado, que inclinado como un barco siniestrado, seguía hundiéndose por uno de sus pilares. Pasarán unos años pero nuestro abogado conseguirá borrar de la memoria colectiva que algún día fuimos el Titanic de la Oliva.
Impresiones, Crítica, Poesía: Saciar emociones, soltar amarras, decir lo que pienso, expresar lo que parece, pisar el firme, derramar silencios...
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domingo, 10 de julio de 2011
Viviendo en el astillero
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